Estoy quieto y he perdido noción de mi ser. Estoy ante un abismo gris, y nadie y nada ocupan mis frases. Todo está en silencio, llegué meditando a Jesús en los cuatro. Espero, y nada tengo que decir.
Este instante se acaba cuando una palabra reconquista mi mente. Pero creo que adoro este vacío donde, a veces, puedo ser nadie, deseo dejar de ser yo y ser él, otro Nadie, el mismo, siempre.